CDMX.- 14 de febrero de 2018
Durante el amanecer del miércoles, dos hombres abordaron a Antonio Morales Hernández y le dispararon a quemarropa; la víctima recibió al menos un balazo en la cabeza.
Toño caminaba sobre la calle Porfirio Díaz y detuvieron sus pasos antes de llegar a su casa.
Un balazo en el cráneo dejaba escapar un chorro de sangre que escurrió de una esquina a otra.
Cuando paramédicos de la Cruz Roja certificaron la muerte del hombre, de inmediato la noticia se propagó.
«Toño, Toño ¡¿por qué me dejaste?! Dijiste que siempre estarías conmigo», lamentaba Raquel, su mujer.
Para las 8 de la mañana las personas que se reunieron a llorar la muerte de Toño sumaban al menos 50.
Antonio, de aproximadamente 40 años, era jefe de escoltas en una empresa de seguridad privada y no se descartó que el homicidio esté relacionado con las actividades que realizaba.
Niños, adultos y personas de la tercera edad abarrotaron toda la calle; a las 10 de la mañana ya eran cerca de 100 los rostros empapados de lágrimas.
La madre de la víctima se hincó al ver la sábana blanca cubriendo el cuerpo inerte de su hijo.
«Hijo de mi vida, tú eras una buena persona, ve con Dios», dijo la mujer antes de desvanecerse.
Autoridades municipales y estatales recabaron información sobre los hechos y minutos antes de que el cadáver fuera levantado detuvieron a joven que aparentemente tenía las características de uno de los agresores. El adolescente fue puesto a disposición del ministerio público.
Cuando peritos de la PGJEM retiraron el cuerpo del lugar los grupos se abrazaban, lloraban y gritaban exigiendo justicia.