Tlaxcala aduana mortal para los emigrantes centroamericanos

Tlaxcala aduana mortal para los emigrantes centroamericanos

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REPORTAJES ESPECIALES

Tlaxcala aduana mortal para los emigrantes centroamericanos

Pedro Morales

Mayo de 2018 (I)

Cada día, cientos de emigrantes salen de sus países como Honduras, El Salvador, Guatemala, Colombia, Haití, y hasta de Venezuela se suben al lomo del tren conocido como “La Bestia”, para cruzar la frontera de México con los Estados Unidos y por las vías deben forzosamente cruzar por territorio tlaxcalteca.

De 2000 a 2016, la media anual era de cuatro mil 500 emigrantes atendidos, aunque el año pasado rebasaron las expectativas al cuantificar los siete mil, sin tomar en cuenta los que siguen su camino de largo a bordo del ferrocarril..

Cada hombre es una historia de vida, lo dejan todo, madre, padre, esposa, hijos y amigos. Unos son empujados por la necesidad, la carencia, pero en su mayoría huyen de la violencia, si se quedan, se mueren.

En sus países de origen son víctimas de las mafias, de los ejércitos y de una política de exterminio que señala con índice mortal a sus familias, por eso si desaparecen su familia se salva.

Casi la misma historia se repite, deben cruzar la frontera sur de México, para abordar el ferrocarril, son modernas máquinas diesel que a todas horas transitan por las venas de acero que mueven gran parte de la riqueza de nuestro país.

Para la gente de Tlaxcala, sobre todo del municipio de Apizaco, ya adoptó en su paisaje cotidiano urbano la imagen desgarbada de los emigrantes, sus miradas curiosas, su acento jarocho y su mochila al hombro los identifica.

Una vez que cruzan el estado de Veracruz, antes pasan por Tabasco, suben abruptamente al Altiplano de México, su clima les parece extremo, la temperatura baja y ellos no vienen preparados para enfrentar ese nuevo flagelo.

Sin rumbo, como pueden, unos guiados por los polleros, otros por las nuevas vías de comunicación entre las que predomina el WhatsApp, de sus celulares los va guiando por esta ruta mortal.

Deben transcurrir entre 20 y 25 días para que puedan llegar a territorio tlaxcalteca, en la zona del sureste deben pasar por la aduana de los Mara Salvatrucha, que han sido deportados y se la viven de robar a los emigrantes inexpertos.

Otra aduana de muerte es la organización de los “Z”, ellos se los llevan a punta de metralleta y nunca se les vuelve a ver, eso no es muy común, pero es un peligro mortal y latente que los acecha en todas partes.

Luego tienen que enfrentar a los elementos del Instituto Nacional de Migración, la feroz migra mexicana, que con sus esporádicas redadas es muy temida por las deportaciones.

Ya en el lomo de “La Bestia”, deben tener cuidado y volverse diestros y diestras al  subir y bajar de los vagones, porque también viajan mujeres y familias enteras pero no hay que olvidar a los peores de todas sus pesadillas y esos son los elementos policiacos.

Estatales y municipales los esperan en tierras altas, de tal forma que en Veracruz los espían cerca de los bancos, saben que ahí deben refaccionarse de dinero y entrar y salir de un cajero bancario es un  error que muchos emigrantes novatos cometen.

Así, al llegar a Tlaxcala siguen los asaltos y desde el año pasado han sido agredidos, sin motivo los amenazan y les disparan con armas largas y cortas, uno de ellos quedó tendido muerto en las escaleras de un vagón.

En este mes de marzo del 2018, ya se han registrado dos ataques armados en contra de los emigrantes, hay cuatro de ellos lesionados de bala y solo identifican a sus agresores como hombres vestidos con uniforme y encapuchados.

Pero no solamente los emigrantes son el blanco, desde hace un año el tren “La Bestia” es blanco de modernos asaltantes que colocan piedras, troncos y atraviesan lo que se pueda para frenar su marcha.

Se trata de gavillas numerosas que a punta de armas largas mantienen a raya a los custodios de Ferrosur, mientras otros grupos rompen los cerrojos y abren los vagones.

Se llevan lo que se puede, maíz, trigo, electrodomésticos y hasta botellas de vinos caros, sin olvidar las toneladas de polietileno que son regadas sobre la marcha y otros asaltantes las suben a camionetas para darse a la fuga.

Continúa parte II

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