CABEZAS DE BARRO CACAXTLA MUESTRAN EL ROSTRO DEL PASADO
Pedro Morales
Reportajes especiales
Esculturas de barro, en su mayoría cabezas, el torso de un personaje con la piel desollada que sugiere a Xipe Totec, un anciano, un personaje con parálisis facial y un par de urnas policromas forman parte de solo una parte de la riqueza cultural de Cacaxtla..
El rescate de estas invaluables piezas de la arqueología de Cacaxtla, han sido resultado de la investigación y de la casualidad, las cabezas fueron encontradas entre las ofrendas, en un afán por dejar huella, por mostrar en el futuro el esplendor de lo que había.
La casualidad también se ha hecho presente, aunque de todo se quieren colgar medallas los arqueólogos, sin dar el crédito que corresponde a los lugareños, los verdaderos herederos de los antiguos olmeca-Xicallancas.
Este acervo que puede ser admirado en el Museo de Sitio de Cacaxtla que cuenta con una colección de 120 piezas.
Contiene un nuevo guion científico y una museografía actualizada que pone en contexto el desarrollo de la ciudad prehispánica de Cacaxtla, así como un montaje que revela los secretos de su pintura mural, cuyos diseños y tonalidad permanecen después de mil años, concluyó la reestructuración del Museo de Sitio de esta zona arqueológica de Tlaxcala.
La renovación del espacio, que abarca alrededor de 700 metros, fue total, sustituyéndose los materiales de la antigua construcción a base de adobe, madera, tejamanil y teja, por unos más modernos y adecuados para albergar una acervo que ahora asciende a 120 piezas arqueológicas.
La concepción del museo renovado, que se prevé reabrir al público a fines de este mes, y en la que colaboraron diversos expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Acercar al público los atractivos de Cacaxtla, principalmente sus murales que —salvo el conocido como La batalla— se observan desde lejos dado que se hallan en áreas restringidas.
Se realizaron reproducciones a escala de la pintura mural, de esta manera se podrán admirar a escasos centímetros de distancia los detalles del Hombre jaguar, una de las figuras dispuestas en las jambas del Edificio A, las escenas acuáticas del Templo Rojo y el Hombre escorpión, del Templo de Venus, entre otras representaciones.
Mientras, por medio de una pantalla de plasma, los asistentes se enteran de la técnica usada en la antigüedad para crear estos murales, que después de un milenio aún se pueden apreciar.
De acuerdo con la restauradora Diana Magaloni Kerpel, directora del Museo Nacional de Antropología y quien ha realizado diversos estudios sobre la pintura mural de Cacaxtla, ésta posee elementos decorativos y simbólicos tanto del Altiplano Central como del área maya, además de influencias de El Tajín y de la región de Oaxaca.
“El buen estado de conservación en el que se encuentran se debe por una parte, a la excelencia en técnica pictórica y por otra, al hecho de haber sido protegidas intencionalmente, por los antiguos habitantes de Cacaxtla, con una capa de lodo antes de ser enterradas.
“Este hecho, aunado al muy particular patrón de expresión artística donde la figura humana es el centro de la composición, los personajes representados tienen proporciones reales y todos los glifos y signos giran en torno a ellos para darles nombre y significado, están señalando una muy particular escuela artística”, refiere en sus estudios.
Otra de las proyecciones que presenta el Museo de Sitio de Cacaxtla gira en torno a la arquitectura, en la que se pone énfasis sobre el Gran Basamento, el máximo ejemplo del sistema de edificación usado por sus antiguos habitantes, quienes levantaron, una sobre otra, una nueva etapa constructiva sobre el montículo (de 110 metros de ancho x 25 de altura) orientado en dirección norte-sur.
Aparte de la Sección Introductoria, el espacio museístico ahora estará dividido en Periodo Formativo, que abarca las primeras ocupaciones de Cacaxtla en los primeros siglos de nuestra era; Técnicas de pintura; Dioses y hombres; y Epiclásico, referente al lapso de auge de la ciudad que abarcó entre 650 y 950 d. C.
Entre los objetos arqueológicos que los visitantes podrán admirar destacan bruñidores, elementos arquitectónicos, estatuas de las deidades de Tláloc, Xipe y Tlazoltéotl, cerámica, cistas, los mencionados Señores de Cacaxtla, figuras antropomorfas, huesos, ornamentos y un par de urnas con personajes modelados.
También, se exhiben reproducciones de mapas y códices coloniales como el de Cuauhtinchan, Xochitécatl, Durán, Vaticano Ríos, Huamantla y Telleriano-Remensis, en los que en el siglo XVI se asentaron descripciones del Valle Puebla-Tlaxcala.
Cacaxtla vivió su esplendor entre 650 y 950 d. C., en el periodo Epiclásico.
Tras el abandono de Teotihuacan, la población de los valles centrales emigró y se reacomodó en nuevos centros de población, como Cacaxtla y Xochicalco, donde crecieron y cobraron importancia.
El clima político de la época con frecuencia producía enfrentamientos armados, ejemplos de esto se tienen en Cacaxtla, donde una enorme pintura mural muestra el enfrentamiento entre dos pueblos.
Este centro político mantuvo relaciones comerciales e intercambio influencias con la costa del Golfo, el área maya, Oaxaca y otras.
La forma como estaba organizado el gobierno y la población en Cacaxtla era compleja; la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura y a la manufactura de instrumentos, aunque también existía otro grupo, pequeño, dedicado a dirigir las actividades del gobierno y la religión.
Cacaxtla dejó de existir cuando sus últimos pobladores, los olmecas-xicallancas, fueron derrotados en Cholula por un pueblo que había salido de Tula, los toltecas, que a su vez trajeron como aliados a los chichimecas, quienes poco después fundarían la Tlaxcala prehispánica.