Pedro Morales
Reportajes especiales (I)
Recorrer los vestigios arqueológicos de los cerros blancos que circundan a la ciudad de Tlaxcala, es transportarnos al momento de la llegada de los españoles”.
El arqueólogo del INAH, José Eduardo Contreras Martínez, refiere que la cumbre de estos cerros sirvió para la inexpugnable defensa que hicieron los antiguos habitantes de la República de Tlaxcallan, quienes eran asediados por sus enemigos, los aztecas y sus aliados cholultecas y huejotzincas.
Narran los cronistas e investigadores arqueológicos que Cacaxtla fue abandonada por los olmecas xicallancas, posiblemente a causa de una violenta erupción del Popocatépetl.
Así lo indican los registros obtenidos en los pozos de inspección que han excavado los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes han hallado la ceniza y fechado el día del cataclismo.
Cubrieron todo con tierra, sus palacios, aposentos y templos.
Fue gracias a esta acción que el sitio de Cacaxtla no fue devastado por los conquistadores españoles, su descubrimiento no llega a las cuatro décadas, por fortuna.
Así las cosas, nuestros antepasados tuvieron que emigrar, lo hicieron inteligentemente en sitios elevados, que convertían en verdaderas fortalezas inexpugnables.
Construyeron una ciudad amurallada, que apenas es descubierta y que pronto se abrirá al público, entonces formaron los cuatro señoríos de Ocotelulco, Quiahuiztlán, Tepeticpac y Tizatlán.
Cabe destacar que en Ocotelulco construyeron hermosas pirámides de xalnene o sedimento de arena, que lamentablemente han sido destruidas e invadidas por particulares.
Respecto a la pintura mural de este sitio, el arqueólogo José Eduardo Contreras Martinez, indica que en el año de 1990 en las terrazas localizadas al Norte de la iglesia del pueblo de San Francisco Ocotelulco.
Se localizó y exploró entre otras estructuras arquitectónicas la correspondiente a un pequeño templo prehispánico.
Pertenecientes a su etapa constructiva más antigua, la cual se ha situado entre los años de 1400 d. C. y el 1450 d. C.
Son dos subestructuras policromadas las cuales son una banca y un altar que formaron parte del recinto ceremonial que estuvo ubicado en la cima del templo.
La banca tiene 8 m. de longitud y presenta a lo largo de su sección vertical de 47 cm. De altura, cráneos humanos, manos cortadas, corazones y aros de coloración roja atravesados en su interior por un hueso largo y un globo ocular.
El altar se encuentra adosado a la parte media de la banca y presenta en sus diseños policromados entre los que se distinguen ocho “Xiuhcóatl” o serpientes de fuego, las cuales parecen estar descendiendo entre chorros de sangre.
Círculos y franjas en negro y blanco son el entorno que enmarca a estos diseños.
En el costado Sur del altar, se distingue una escena central enmarcada por numerosos cuchillos de coloración en rojo y blanco.
En dicha escena yace de canto sobre un brasero el dios conocido como Cuchillo Negro de Pedernal.
Entre la boca abierta del personaje se distingue el rostro de Tezcatlipoca, del cual es una advocación.
Una serpiente de dorso negro decorado con anillos en rojo y amarillo circunda a la escena antes descrita.
En el nivel inferior del altar se aprecian bandas de color azul sobre las cuales están círculos concéntricos en blanco y rojo pudiendo tratarse todos estos elementes de las franjas celestes con sus ojos estelares.
Debajo hay otros elementos verticales en negro y blanco sobre los que están círculos en amarillo, rojo, azul y otros más grandes en color blanco.
Los diseños verticales en blanco y negro son plumas de ave probablemente de águila o codorniz las cuales se les vinculaba con el sol y los círculos de colores son representaciones de borlas de papel y algodón
Durante las excavaciones arqueológicas realizadas tanto en Ocotelulco y Tizatlán a principios de 1990 y fines de 1991, se recuperaron numerosos tiestos y piezas cerámicas policromas.
Esta cerámica se recolecto en un porcentaje considerable ya que constituye aproximadamente el 20 por ciento del material extraído en las exploraciones.
Entre los diseños que se han podido distinguir, están principalmente los relacionados con el sacrificio humano habiendo creado inclusive, composiciones rituales de gran significado.
Tal y como es el caso de un plato donde un personaje vestido de ave rememora a los guerreros que en la guerra morían y que después iban a morar a la bóveda celeste donde acompañaban al sol en su diario recorrido.
En otros fragmentos recuperados de este tipo de cerámica observamos representaciones de cabezas decapitadas de guerreros, de venados y codornices.
Además de representaciones de águilas, jaguares, cuchillos ensangrentados, manos cercenadas, corazones, anillos concéntricos, cráneos y huesos humanos.
Espinas de maguey, chalchihuites, escudos, bandas celestes, ojos estelares, rostros y personajes antropomorfos en actitud diversa.
Todos estos diseños aparecen en copas, vasos y vasijas de gran tamaño principalmente, aunque hay algunos ejemplares en platos cuencos y cajetes.
Esta cerámica se encuentra en contextos estratigráficos que corresponden al período comprendido entre el 1400 y el 1500 d.C.
Está asociada a otros tiestos cerámicos de la fase tardía de Tepeaca y con la Azreca III, la cual fue producida durante todo el siglo XV.