Por Pedro Morales
REPORTAJES ESPECIALES
SEPTIEMBRE 2018 (I)
Desde los 16 años, Rodolfo del Razo López trabajaba como tlachiquero en Hidalgo, dos años más tarde, se desempeñaba como mayordomo, que es la mayor jerarquía dentro de un tinacal, por encima de puntero y semillero.
Su dominio empírico de los procesos, el cuidado y la elaboración del pulque le habían ganado ese lugar y le valieron, años más tarde, su mudanza a Tlaxcala.
Eran los años cuarenta y en esa época la industria pulquera vivía su mejor época.
Narra en su empresa envasadora de pulque en Nanacamilpa que tuvimos la suerte de hacer las cosas bien, pulque de muy buena calidad, por eso éramos muy solicitados, dice con modestia don Rodolfo.
Solicitados por varios de los hombres de traje que posan en una foto histórica atesorada en un rincón de su comedor. En ella aparecen los protagonistas de la cúpula pulquera, como la llama don Rodolfo. Ninguno de ellos es su pariente. Conserva la foto porque ahí figuran varios de los empresarios para los que trabajó.
Entre los 25 personajes, se encuentran Eliseo Nava García, por quien don Rodolfo vino a dar por estos rumbos y quien tuviera varias pulquerías en el centro del país; Isidro Candia, quien fuera gobernador de Tlaxcala; Francisco Rodríguez Lazcano, uno de los grandes pulqueros de la época, y Bernardo Hernández, quien llegó a tener cerca de 50 pulquerías en el Distrito Federal.
Recuerda que la industria del pulque llegó a ser muy poderosa, hubo grandes capitales; toda esta gente llegó a tener mucho dinero, pero les faltó visión, organizarse.
Además de propietario del Rancho San Isidro, en Nanacamilpa, hoy don Rodolfo es cabeza de una familia consagrada al maguey y visión para rescatar esta maravillosa planta les ha sobrado.
EL MAGUEY TIENE FUTURO
De productores y distribuidores de pulque se han transformado en detonadores de una industria que incluyó su envasado para la exportación; y desde hace poco más de una década, comenzaron a ver el maguey de nueva cuenta como un árbol maravilloso del que conviene promover su cultivo por sus múltiples usos y propiedades.
Don Rodolfo recuerda aun cuando comenzó a descender el mercado del pulque.
Se lo atribuye al estigma de ser una bebida para gente pobre pese a haber sido elíxir de guerreros, reyes y sacerdotes en la época prehispánica, y a un mito difundido por los cerveceros: inventaron que para la elaboración del pulque debía ponerse en él una muñeca de excremento.
Dice que hoy todavía personas que los visitan les preguntan: «oiga, ¿esto tiene lo que se dice?», y yo les digo: «¡por favor, claro que no!». El pulque es una bebida totalmente fina, de muchos cuidados. Nos hicieron mucho daño, reflexiona.
También alude a los años en que el pulque fue muy castigado por el gobierno en el Distrito Federal, clausuraban pulquerías y ponían múltiples requisitos, que para muchos resultaban imposibles de cubrir.
Hubo un tiempo en que la bebida y su distribución tuvo un poco más de control. Cuando se pagaba el timbre, el impuesto para legalizar transacciones.
Era una época en que el pulque no entraba más que por ferrocarril, y en las estaciones había un control muy estricto.
El pulque no salía si no se pagaba el impuesto. Incluso si en la calle se encontraba un vehículo trasladando pulque, tenía que llevar su documentación.
Continua parte II