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AMLO, seis horas al corazón de la montaña

CDMX.- 14/01/2019

Andrés Manuel volvió a un recorrido largo por tierra; no lo hacía desde aquellos primeros días de la tercera campaña en los que recorrían hasta ocho horas en carretera para llegar de un mitin a otro. En varias ocasiones esos puntos se encontraban a distancias que se antojaban posibles sólo en avión.

Paseos largos por carretera que lo volvieron un experto y hasta un innovador: a bordo del auto define políticas de Estado, da entrevistas, lee innumerables folders con peticiones que le entregan en mano los ciudadanos que se le acercan y al mismo tiempo escucha música –Calle 13 es uno de sus favoritos cuando se trata de distancias largas–.

El destino de este viernes 11 de enero fue Tlapa, en el corazón de la montaña de Guerrero, a seis horas desde su oficina en Palacio Nacional. Tras la conferencia mañanera él y su equipo abordaron tres camionetas que, en tiempos de zozobra de combustible, nadie se explicó cómo les llenaron el tanque de gasolina.

El presidente inició poco antes de las nueve de la mañana su regreso a esos caminos a través de los cuales –asegura cada que puede– lee las necesidades de la gente como si los baches, las curvas, los topes y la terrasería fueran un tipo de sistema braile y él tuviera la sensibilidad de un ciego en las yemas de los dedos.

La ruta le marcó a su inseparable chofer que el camino más corto era el de Izúcar de Matanoros en Puebla y serpentear por la sierra hasta llegar a Tlapa, el corazón de la montaña y donde late fuerte el crimen organizado. La gente de la zona asegura que desde ahí a Chilapa quien gobierna son Los Rojos, la banda a la que se le ha endosado la desaparición de 43 normalistas. Es por eso que la travesía al lugar se antoja como un capricho de poder.

La última vez que López Obrador estuvo en Tlapa fue a principios de junio de 2018, al iniciar la recta final de su tercera campaña por la presidencia. Aquella ocasión a la entrada del pueblo, a un lado del puente que salta un río que conoció mejores tiempos, estaban una veintena de efectivos del Ejército y del otro lado,apenas a unos 50 metros, miembros de la Policía comunitaria de Olinalá. Cualquiera hubiera dicho que trataba de la versión mexicana de la frontera entre las dos Coreas con sus hombres con dedo al gatillo a la espera de que alguien haga el primer disparo.

El ardiente verano de 2018 en la montaña guerrerense también es recordado por AMLO por el intento de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en su versión local por cerrarle el paso en la carretera que va a Chilapa. El tabasqueño y su equipo optaron por tomar un camino alterno tan hostil que hubo que cruzar un río, inaugurar nuevas calles en las laderas de los cerros y tragar polvo de las ásperas terraserías.

Pero eso ha quedado en el recuerdo y este viernes Andrés viajó en el asiento del copiloto por un camino que se abre entre un terreno agreste copado de huizaches y cactus erguidos más por el tiempo que por el agua.

Para construir esa carretera de dos carriles alguien tuvo la idea de diseccionar cerros y dejaron al descubierto que la tierra en esta parte del país la tierra es blanca y roja. La naturaleza también es caprichosa.

En ese camino del circuito mixteca, donde una pregunta recurrente podría ser “¿de qué vive la gente?”, una fauna encontró una oportunidad: los talacheros. En la zona los talleres de “desponchadurías” –mejor conocidas por los chilangos como vulcanizadoras– crecen tanto como los huizachez.

En estos negocios una regla no escrita parece indicar que las proezas del talachero son igual de grandes que la llanta de tractor que se ponga a la entrada del local, entre más grande mejor. Los costados de dichos negocios se adornan con anuncios musicales de “Los Karkis y su guitarra costeña”. Ya lo dijo Andrés Manuel “sólo el pueblo puede salvar al pueblo” y el sol sale para todos.

AMLO aprovechó dos escalas para cargar gasolina e invierte 15 pesos en un café de un OXXO que tiene las dos cajas abiertas. También charló con jóvenes que se encontró a la salida de una secundaria en Chinantla, Puebla.

Los reporteros de la fuente presidencial lo vieron de lejos y en movimiento. El chofer se negó a parar y argumenta que “si no, no llegamos”. El desacuerdo de los periodistas no pasó de un pequeño motín emocional.

Antes de llegar a Tlapa el presidente observó por la ventana de copiloto que en esta zona el transporte público lo definen las dimensiones de la caja de un camión de redilas y se percata que, de lejos, dos patrullas de la Policía Federal (PF)  le cuidan el paso.

Tras seis horas de carretera el presidente llegó a su destino. Ante una multitud de guerrerenses enardecidos por la presencia del gobernador Héctor Astudillo, Andrés pide respeto, somete a votación la posibilidad de que el mandatario local hable, pierde esa pequeña consulta y luego impone su voluntad.

“Va a terminar de ofrecer la bienvenida del gobernador de Guerrero me canso ganso”, advirtió.

Luego les pidió a los campesinos no sembrar cultivos prohibidos –lo dice por la amapola que parece que llegó para quedarse en la montaña de Guerrero– y a cambio ofreció precios de garantía para el maíz.

También pidió tener paciencia pues le entregaron un país destruido. Se despidió explicando que él no vuela en helicóptero y sus recorridos serán siempre por tierra.