CDMX/ 28 /07/2019
Piñas, cocos, naranjas, plátanos y pan vuelan por los aires del Cerro del Fortín en la ciudad de Oaxaca (suroeste de México). Los están arrojando mujeres en trajes regionales que minutos antes bailaban al lado de una banda. Los atrapan los visitantes. Es lunes, es julio, y es la Guelaguetza. La fiesta más importante del Estado de Oaxaca celebra las tradiciones de las 15 etnias indígenas de ocho regiones y honra el significado de la palabra en lengua zapoteca que le da su nombre: ofrendas que se dan, regalos que se reciben.
Las celebraciones de la Guelaguetza –que tienen su origen en la época de la Colonia española cuando se agradecía a la diosa del maíz por la cosechas– se prolongan durante 10 días pero tienen su cenit en los dos últimos lunes de julio cuando todo los grupos representados suben al cerro para mostrar su herencia indígena, bailar y compartir.
En las calles empedradas del centro de Oaxaca, el inicio de los festejos lo marca el desfile de las regiones que participan el sábado previo a la principal celebración. Las aceras llenas de gente que esperan el paso de la cabalgata se extienden a lo largo del andador turístico del centro hasta llegar al atrio de la Catedral de la ciudad.
Mujeres en tradicionales trajes de tehuana o de itsmeña se acercan bailando al lado de una banda que toca sones de la región. “¡Viva Oaxaca! ¡Viva la Guelaguetza!”, gritan las mujeres y después explotan varios cohetes. La fiesta ha comenzado. Hombres con trajes de manta y huaraches ofrecen mezcal — un destilado de agave originario de Oaxaca– servido en un chile a los transeúntes. Hay rostros de sorpresa al descubrir el sabor ardiente de la bebida, mientras la multitud se lanza por fruta y pan que los grupos folclóricos lanzan por la calle.
El lunes en el Cerro del Fortín bajo los rayos del sol y con una panorámica de la ciudad como escenario, los grupos bailan frente a unas 10.500 personas que aplauden, gritan y cantan. También reciben los regalos de fruta que vuelan por los aires. Llegan las chinas oaxaqueñas que bailan un jarabe del valle de Oaxaca sosteniendo con una mano una canasta que llevan sobre la cabeza. Después un grupo de jóvenes saltan al escenario en un baile en el que se les ve livianos, es la Danza de la Pluma, que representa la conquista española. Los sonidos de las trompetas, los violines, la tambora y los platillos recrean sones, marchas y pasos dobles. Pero cuando los locales reconocen las primeras notas de la Canción Mixteca, la multitud canta al unísono: