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Aniversario del Grito de Dolores, oportunidad para repensar la narrativa histórica de la gesta de Independencia

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TLAXCALA/13/09/2019

La conmemoración del 209 aniversario del Grito de Dolores, en el marco de la cuarta transformación, obliga a repensar la narrativa histórica que acompañó a la gesta de independencia desde los primeros textos escritos por Lucas Alamán.

Esta reflexión lleva a pensar: ¿Por qué hubo una revolución en 1810? Lo que se responde con estudios de la situación económica y social de la época, que han demostrado que en las minas de Nueva España y las regiones que las alimentaban, muy particularmente el Bajío, se había generado un perverso sistema social, basado en la explotación extrema de los peones de las haciendas y la esclavitud o semiesclavitud de los operarios de las minas.

Los peones, en el Bajío eran mayoritariamente “indios laboríos”, es decir, indígenas que no vivían en comunidad y no estaban protegidos por las leyes de indios, esto es, tenían todas las desventajas ser indígenas y ninguna de las ventajas de pertenecer a una comunidad. Los detrimentos eran de orden económico social: en un orden estamental, los que se definían como españoles tenían “privilegios jurídicos y políticos” de los que carecían los indígenas y las “castas”, es decir, todos aquellos no “españoles” resultado de diversos mestizajes entre españoles, indígenas y africanos.

De esta manera, la lucha no solo tuvo motivaciones políticas, como ha reiterado la narrativa histórica broncínea, tuvo causas profundas en los agravios, la injusticia y la opresión que sufrían las mayorías.

La guerra de Independencia fue destructiva, mortal, para la economía de los poderosos, pero se tradujo en una “campenización” de la vida pública: sí, se transformó de manera definitiva la vida social: quienes recorrieron aquellos campos 20 o 30 años después de la lucha los encontraron poblados por campesinos libres e iguales… y se erradicaron las hambrunas. No solucionaron todos sus problemas y muy pronto tendrían que enfrentar otros nuevos, pero nunca volvieron a existir la esclavitud ni el tributo, ni las epidemias de hambre.

Los peones y campesinos sin futuro incorporados masivamente a la revuelta se convirtieron en rancheros que se alimentaban a sí mismos y no a los amos y a las minas.

Lo que ocurrió en México en 1810 fue un movimiento político que rompió el régimen colonial que se expresaba en la explotación económica y el dominio político en términos culturales. Los campesinos se alzaron en armas con propósitos políticos, sociales y económicos. La abolición del tributo y la esclavitud fueron la victoria popular más contundente; el colapso del orden político colonial, su consecuencia más duradera.

 

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