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Nuevas luces sobre la prehistoria en América, desde las profundidades de Tulum, Quintana Roo

Las exploraciones han aportado información inédita sobre el paleoambiente, la megafauna y la vida del ser humano en esta región. Foto: Jerónimo Aviles INAH.

*** La maestra Carmen Rojas Sandoval, investigadora del INAH, abordó diversos descubrimientos en cenotes y cuevas sumergidas, en el ciclo La arqueología hoy, del Colnal

*** Las exploraciones han aportado información inédita sobre el paleoambiente, la megafauna y la vida del ser humano en esta región, hace 13,000 a 8,000 años antes del presente

De las profundidades del paradisíaco Tulum, en la costa caribeña de Quintana Roo, México, surgen luces sobre la prehistoria en América. Exploraciones efectuadas en su red subterránea de cenotes y cuevas sumergidas, durante los últimos 20 años, han aportado información inédita sobre el paleoambiente, el andar de la megafauna y la vida del ser humano en esta región, hace 13,000 a 8,000 años antes del presente.

La maestra Carmen Rojas Sandoval, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recapituló algunos de estos trascendentes hallazgos –resultado de proyectos de investigación multidisciplinarios e interinstitucionales–, al participar en el ciclo La arqueología hoy, foro académico que El Colegio Nacional (Colnal) transmite en línea a través de sus redes sociales.

Hasta 1999, la literatura científica solo refería que las poblaciones más tempranas habían pasado 11,000 años atrás por los actuales territorios de Belice y Guatemala en su camino hacia el centro del continente; y para la península se tenían reportados un par de sitios en Yucatán con evidencia de esta temporalidad: la Cueva de Loltún, con restos de un gonfoterio, y Kabah, con herramientas líticas.

En la sesión virtual, acorde con los objetivos de la campaña de difusión “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, la especialista destacó que en el transcurso del milenio, la arqueología prehistórica y la paleontología subacuática han brindado descubrimientos que permiten tener ahora un panorama fidedigno del paisaje, la biodiversidad y la vida humana en esta zona, al final del Pleistoceno.

La arqueóloga, quien ha dirigido un par de rescates de estas características, explicó que en ramales de los dos ríos subterráneos más grandes del mundo: Sac Actun (307 km) y Ox Bel Ha (235 km), los cuales corren bajo la piel porosa de Tulum, se han recuperado una decena de esqueletos de hombres y mujeres prehistóricos, y una variedad única de megafauna extinta.

El que los materiales óseos se hayan encontrado inalterados en cenotes y cuevas sumergidas, a profundidades solo aptas para espeleobuzos experimentados, indica que, hace más de diez milenios, el nivel del agua se encontraba 65 metros por debajo del actual. Es decir que los grandes animales del Pleistoceno y el ser humano temprano, se internaron en estas cavidades cuando estaban secas, estos últimos llevando antorchas y prendiendo fogatas, como ha revelado también la presencia de depósitos de carbón, por ejemplo, en la cueva Chan Hol.

Las osamentas de la “Mujer de Naharon”, el “Abuelito de Muknal” y el “Joven de Chan Hol 2” fueron datadas por encima de los 13,000 años, siendo las más antiguas. A éstas siguen los esqueletos de “Naia”, la “Señora de los Palmas” e “Ixchel”, y los recuperados en los sitios Chan Hol 1, El Pit 1, El Pit 2 y El Templo, que van en escala descendente de los 12,970 a los 8,000 años antes de nuestra era.

Esta muestra osteológica tan variada, en términos de la edad de los individuos, ha contribuido a conocer las difíciles condiciones de vida para estas poblaciones. Muy pocos,  como el “Abuelito de Muknal” y la “Señora de Las Palmas”, llegaban a los 45-50 años de edad, anotó Carmen Rojas en el foro virtual, el cual coordina el doctor Leonardo Leonardo López Luján, integrante del Colnal y director del Proyecto Templo Mayor del INAH.

“Las condiciones de vida eran muy amenazantes. Acechaban depredadores gigantes como el león americano, el tigre dientes de sable y el oso cara corta; a su vez las condiciones de salud eran más que precarias, los análisis de antropología física revelan infecciones, fracturas y enfermedades bucales, sin mencionar que el parto representaba un factor de alto riesgo para las mujeres.

“Los accidentes de la vida nómada y el ingreso mismo a las cuevas, eran un peligro real. El caso de “Naia” resulta ejemplar, esta joven (tenía entre 15 y 17 años, al momento de morir) se internó en las profundidades del cenote Hoyo Negro con una antorcha en mano, pero cayó al llegar al borde del abismo”, relató la experta del Centro INAH Quintana Roo y directora del Proyecto Cementerios Acuáticos Mayas.

Ante condiciones tan adversas, los seres humanos prehistóricos cuidaban de los suyos, así lo demuestran los contextos arqueológicos del “Abuelito de Muknal” y la “Señora de Las Palmas”: ambos fueron depositados de forma intencional; el primero como reliquias, pues no se encontró la osamenta completa.

Pasadas dos décadas, no cabe duda que los grupos prehistóricos llegaron al actual territorio de Quintana Roo. El planteamiento es que a Tulum llegó una sola oleada migratoria hace casi 14,000 años y persistió al menos 4,500 años.

“Esta población ya estaba adaptada a distintos ecosistemas: bosques, pastizales y  manglares. Eso explica la gran variabilidad en la talla de los cuerpos. Asimismo, en los individuos se observan adaptaciones al calor y la humedad del Caribe mexicano, como es la baja estatura. Si bien la cacería fue importante para los primeros pobladores de Tulum, los vegetales, frutas y semillas conformaron la mayor parte de su dieta”.

Y es que hace 14,000 años, esta región era un mosaico de bosques abiertos, rodeado de pastizales con variantes de vegetación selvática, abundante en árboles de mamey y zapote amarillo, propios  del trópico del sureste mexicano. Un medio que permitía la subsistencia de una megafauna no menos diversa.

La maestra Carmen Rojas, quien también funge como dictaminadora externa del Consejo de Arqueología del INAH, subrayó que en la red subterránea de la zona se han localizado restos de estos grandes animales, algunos, como un pecarí, tenían marcas de corte que señalan su consumo humano, y otros más como los descubiertos en Hoyo Negro, cayeron al abismo (al igual que la joven “Naia”) tras internarse en busca de agua.

El citado pecarí, el cual fue ubicado en el subsistema Naranjal (parte del río Ox Bel Ha), representa un nuevo género descrito para la ciencia; así como lo es un nuevo género y especie de perezoso gigante (Xibalbaonix oviceps), conocido popularmente como “Pote”; y una nueva especie de jaguar extinto (Panthera balamoides). Entre los descubrimientos paleontológicos se hallan, a su vez, ejemplares de camélido, gonfoterio, caballo americano, tigre dientes de sable (Smilodon gracilis) y oso cara corta, por citar algunos.

Seres humanos y megafauna enfrentaron los efectos del cambio climático de finales del Pleistoceno, la llamada Era de Hielo: “con el incremento de la temperatura se elevó el nivel del mar, y las áreas que dominaban se fueron inundando. Sabemos que la isla de Cozumel era más grande y los esteros, que los humanos pudieron explotar en la costa antigua, ahora están sumergidos”, abundó la ponente.

Como reflexión final, Carmen Rojas hizo hincapié en que la “banda de Tulum”, como ella nombra cariñosamente a los seres humanos prehistóricos recuperados en cuevas y cenotes, son parte de la historia de la humanidad y de su odisea por el planeta. Desde sus sepulcros sumergidos, los arqueólogos traen sus restos al presente para conocer su historia: “El pasado es nuestro, es de todos”, concluyó.