03/12/2017/Misael Nava
El sol del mediodía calentaba la plaza, a los pies de la estatua del héroe tlaxcalteca Xicohténcatl Axayacatzin, un grupo de jóvenes y adultos, caracterizados como aquellos antepasados prehispánicos con un aire de solemnidad y respeto, ante las palabras de uno de sus integrantes, pidiendo permiso a la diosa Tonantzin para ofrecer un baile en su honor e iniciar el ritual, como aquellos que nuestros antepasados solían ofrendar a nuestras deidades prehispánicas.
El aire enriquecido por el copal e incienso, llenaba los pulmones de los motivados danzantes que al ritmo del tambor ofrecían su ritual frente a una ofrenda a los pies del gran Señor Xicohténcatl.
Los danzantes algunos de la entidad, otros provenientes de Puebla, Oaxaca e incluso Veracruz, ante las miradas de propios y extraños, al sonido de un caracol ceremonial danzaban, reían y aullaban, compartiendo su alegría y gozo a los asistentes, tanto al turista extranjero como al padre de familia que sale de paseo con los suyos a disfrutar de los espacios que nos brinda la capital tlaxcalteca.
Con curiosidad y llamados por el teponaztli se acercaban a presenciar el ritual de estos jóvenes, estos viejos, que esta tarde y al calor de los aplausos, ataviados de bellos plumajes, tocados bellamente adornados, con sonajas en mano y vestidos con pieles y adornados de pedrería nos recuerdan esas raíces que permanecen a veces dormidas en nuestros corazones, pero que se mantienen aún vivas en el alma de cada uno de los mexicanos…
