TLAXCALA/ 25 /AGOSTO/2020
*** A partir de antecedentes, contextos y evidencia arqueológica, los investigadores del INAH, Eduardo Corona, Bertha Alicia Flores y Alonso Guerrero, abordaron el tema en un conversatorio
*** Son reveladores los descubrimientos en Zultépec-Tecoaque, donde hace 500 años fue aprehendida una caravana de aliados de Hernán Cortés
Cemanáhuac (“Todos juntos alrededor del lago”), así nombró el caudillo chichimeca Xólotl a los pueblos de la zona lacustre, cuando esta tribu norteña llegó al centro de México; culturalmente heterogénea, más tarde, en el siglo XVI, las alianzas y desavenencias de estas poblaciones con la Triple Alianza marcarían las pautas para el avance de la invasión española, sostuvieron investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El etnohistoriador Eduardo Corona Sánchez, la antropóloga física Bertha Alicia Flores Hernández y el lingüista Alonso Guerrero Galván ofrecieron una serie de antecedentes, contextos y evidencia arqueológica, para comprender “La resistencia de los pueblos del Cemanáhuac frente a la conquista hispana”, título de este conversatorio remoto, organizado por la Coordinación Nacional de Antropología, a través de la Dirección de Etnohistoria.
Eduardo Corona fue enfático al señalar que el imperio mexica, pese al sistema de tributo que extendió por medio de sus conquistas y la amplia red comercial derivada de esta, permitía que los señores de los pueblos mantuvieran su estructura política, “dejaban que ellos establecieran un control sobre su territorio provincial y eso permitió muchas rebeliones, ya fueran los totonacos, los tlaxcaltecas, los tarascos, etcétera.
“No era una zona estable en términos políticos, los mexicas debían sofocar constantemente estos alzamientos; y es entonces cuando llega Hernán Cortés, quien se va a enterar de esta situación por el cacique Gordo, de Cempoala, y plantea la alianza como alternativa para sacar a los mexicas. Con base en ello fue aumentando sus huestes y sus bastimentos, pero lo importante es que entra a la estructura política mesoamericana, a la historia mesoamericana”, explicó.
En el conversatorio, transmitido por el canal de INAH TV en YouTube, como parte de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, Alonso Guerrero destacó que grupos como los otomíes serían desplazados por los mexicas. Con fama de excelentes guerreros, fueron apostándose en sitios de frontera del dominio mexica, como Tlaxcala y Michoacán, límite del imperio tarasco.
Esa movilidad de la variopinta sociedad mesoamericana y la propia heterogeneidad de “la gente de Cortés” que venía a colonizar, ha sido confirmada con los descubrimientos registrados en la Zona Arqueológica de Zultépec-Tecoaque, en Tlaxcala, sitio acolhua donde, el 24 de junio de 1520, fue aprehendida una caravana con aliados de los españoles, venida de Veracruz.
En los siguientes seis meses, hombres, mujeres y niños de muy distintos orígenes: europeos, indígenas tainos de las Antillas, tlaxcaltecas, totonacos y mayas, mestizos, mulatos (hijos de blanco y negra) y zambos (hijos de negro e indígena) fueron seleccionados, paulatinamente, como víctimas de sacrificio, detalló la antropóloga física Bertha Alicia Flores, quien ha trabajado las evidencias osteológicas halladas en dicho sitio arqueológico.
Sacrificados en un primer momento, los cráneos de siete hombres y siete mujeres de entre 20 y 40 años, serían empalados en el tzompantli, para posteriormente ser llevados al pie del Gran Basamento de este lugar, aliado de la Triple Alianza. Más allá de que estos actos fueran una advertencia para los enemigos tlaxcaltecas (vecinos de Tecoaque), el contexto señala que los cautivos “estaban siendo integrados a la cosmogonía de estos pueblos”, indicó la experta.
En las empalizadas se dispusieron cráneos en parejas hombre-mujer; en los centrales estaban víctimas masculinas de origen totonaco, los cráneos de algunas españolas, una mulata y un tlaxcalteca completaban la formación. Se ha logrado determinar que todas ellas estaban embarazadas; en ese sentido, cabe citar que en la cosmogonía mesoamericana, las mujeres muertas en el parto eran consideradas guerreras y, por tanto, eran destinadas a “acompañar al sol en su viaje por el inframundo”.
Otros de los depósitos hallados en Zultépec-Tecoaque revelaron el aspecto ritual que revistió el sacrificio de los cautivos aliados de Cortés. En el Adoratorio 9 de la Plaza Sur, se registró el entierro de un guerrero tabasqueño, en cuya disposición parece recrear el mito del Quinto Sol, pues le fue ofrendado un español que fue quemado y desmembrado.
Otro ejemplo —continuó Bertha Alicia Flores—, fue un entierro que representa el mito de Cihuateteo. La ofrenda se compuso de varias víctimas: un guerrero; una mujer (cuyo cuerpo fue cortado en dos), un niño de tres o cuatro años, desmembrado; y a los pies del guerrero se ubicaron ‘huesos trofeo’ (fémures, tibias, peronés), pertenecientes a cuatro personas.
Asimismo, los restos de algunos españoles también fueron ingeridos en actos rituales, sería por ello que Zultépec, “Cerro de las Codornices”, pasaría a la posteridad como Tecoaque: “Donde se los comieron”.
En opinión del etnohistoriador Eduardo Corona, es un equívoco pensar que con la llegada de Cortés surgió otra historia: “la de una ciudad española, la Villa Rica de la Vera Cruz, con instituciones como el cabildo, el ayuntamiento, con su religión. Pareciera que hay dos historias separadas, la de España y la de Mesoamérica, y solo hemos estado leyendo la primera; pero hay que preguntarse ¿quién le dice al invasor dónde está Tenochtitlan y lo guía por la mejor ruta?, fueron los mismos cempoaltecas”.
Tener en cuenta lo anterior, finalizó, da un sentido distinto a la Conquista, “porque ya no hablamos de gente que tuvo cierta interacción con Cortés, sino de verdaderos protagonistas de este proceso histórico”.