San Isidro Buensuceso, pueblo de madera que recuerda a sus muertos

San Isidro Buensuceso, pueblo de madera que recuerda a sus muertos

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Pedro Morales

Desde tiempos ancestrales, este último reducto de la pureza tlaxcalteca llora y recuerda a sus muertos en una noche impresionante de solemnidad absoluta, donde los cantos y rezos se pierden en lo alto de la montaña de la Malintzi.

Este martes primero de noviembre han llegado las ánimas de los muertos, se colocan las ofrendas en las casas con su caminito de pétalos amarillos y abuelos, padres, nietos, nietas todos por la noche se dan cita en el pequeño panteón comunal.

A medida que llega la noche el olor a incienso perfuma el ambiente, las flores ponen un toque aromático especial, las tumbas de los fieles difuntos se han limpiado y adornado con flores de cempasúchil y blancas nubes.

La tarde noche de este martes el cielo también lloró, la lluvia, los truenos y relámpagos se sumaron a la tradición, olorosos cirios de cera pura fueron encendidas alrededor de las tumbas.

Las mujeres que conservan celosamente sus tradiciones y su vestimenta de faldas rabonas, rebozos y elaborados bordados en delantales y las camisas de los hombres muestran que en San Isidro Buensuceso esta celebración de Todos Santos es muy diferente.

La cero tolerancia en contra de los talamontes que depredan la riqueza forestal de la montaña de la Malintzi, lastima a quienes de verdad viven ancestralmente del bosque en San Isidro Buensuceso.

Sin embargo cada vez son menos los tlaxcaltecas que viven realmente de la leña, madera, carbón, colecta de hongos, capulines y en la temporada de lluvias, la colecta de hongos silvestres.

En la mayoría de las casas hay madera apilada, lista para ser utilizada.

Hay miedo entre la gente por la creciente presencia de elementos policíacos, están espantados porque los funcionarios estatales y federales dicen que habrá cero tolerancia en contra de los talamontes, temen ser confundidos.

Fiscales y mayordomos de los festejos del “Corazón de Jesús”, comentaron que San Isidro es un pueblo tranquilo que se ha acostumbrado a vivir muy cerca de Puebla, pero “muy lejos de nuestros gobiernos”.

Emmanuel Gaspariano Pérez, padre de familia y de ocupación albañil agradece que haya entrado la vigilancia y afirma que la población acepta que venga incluso el Ejército Mexicano.

“La verdad es que la gente de Canoa, del lado de Puebla es la conflictiva”, ellos ya acabaron con su bosque, son como diez gavillas armadas con escopetas, motosierras y camionetas, explica.

“En menos de cinco años le han dado en la madre a su bosque”, asegura molesto.

Ya se lo acabaron y ahora vienen chingando desde lo alto de la montaña del lado de Buensuceso, por eso la gente de este pueblo apoya las acciones del gobierno para frenar a los talamontes poblanos.

Reunidos en la presidencia municipal auxiliar, padres y madres de familia van por sus hijos a la biblioteca, aprenden a manejar las computadoras.

Dialogan en náhuatl, informan que sus hijos tienen una materia para que no olviden su forma de expresarse, como lo hacían sus abuelos, deben estar orgullosos de su pasado, aseguran.

Comentan que siempre los de Canoa son los abusivos y solamente tres personas de Buensuceso se han aliado con ellos, sus nombres son: Ramón Domínguez, Pedro Pérez y Juan Flores.

Estos son los que apoyan a los de Canoa, los que van al mitote cuando agarran a alguno de sus cómplices, los de Canoa tocan las campanas, pero no es todo el pueblo, ni menos los de San Isidro son taladores.

José Luís Gaspariano, un preparatoriano de 19 años decide romper el silencio, “ya no aguantamos esta situación, la verdad es que todo el pueblo aprovecha la madera de la montaña”.

Pero para sus fiestas, para guisar, para sus casas y muy poca gente para hacer carbón y leña, el aprovechamiento es normal, como siempre, los malos son los talamontes de Canoa, sostiene.

Refiere que si acaso unos veinte jefes de familia recurren al corte de madera, pero cuando no tienen trabajo, “la verdad casi nadie vive del bosque, lo aprovechamos que es diferente”.

Denunció que hay contubernio entre talamontes y autoridades ecológicas y forestales, pidió que expliquen la razón por la cual todos los días se reúnen en la caseta número uno talamontes y vigilantes.

Que también informen la lista de la gente de Canoa y Buensuceso a la que le han dado una credencial, para poder cortar árboles y sobre todo que revelen el abuso que cometen diariamente.

Dejan pasar los camiones cargados con morillos, tablas y cuadrados, mientras que atajan a los burreros con sus cargas de leña o carbón.

Consideró que eso es injusto y que deben castigar no solo a los talamontes, sino también a los vigilantes, inspectores y hasta abogados corruptos de las dependencias federales y estatales.

Por el momento se han alejado quienes saquean el bosque, han escondido en hoyos sus motosierras, hachas, machetes y escopetas en espera de que se calmen las cosas, revelan.

La modernidad ha llegado a Buensuceso, hay corrida cada quince minutos a la ciudad de Puebla, los autobuses llegan directamente a la Capu.

Sin embargo Buensuceso no pierde su originalidad aunque proliferan las casas de bloques, ya casi no hay chozas de madera, la gente sigue sus costumbres.

Las mujeres visten rebozo jaspeado que les cubre la cabeza, con ellos cargan a sus hijos en la espalda, la mayoría de ellas viste faldas amponas y rabonas que dejan ver sus fornidas, fuertes y morenas piernas.

Al ver extraños hablan en náhuatl, se tapan la cara, no quieren fotos, los hombres son desconfiados, ya casi nadie camina descalzo y se podría decir que se conserva la pureza de la raza.

Un letrero en cartulina blanca en una miscelánea, ya cerca de las faldas de la montaña, simplemente dice “Se Vende Gasolina”, es la impunidad del “huachicol”.

Para la autoridad municipal, en voz de José Tomás Pérez Capilla, ex síndico del ayuntamiento, dice que se tiene un registro de 150 carboneros, entre ellos gente que vive del bosque.

Según el registro 20 de ellos son de Buensuceso y el resto de San Pablo del Monte de los barrios de “El Cristo”, “San Nicolás” y “San Isidro”.

Aprovechan la madera de ocote, oyamel y pino bajo un acuerdo con las autoridades forestales, reconoce que hay evidencia sobre la presencia de al menos ocho gavillas de talamontes.

Ellos son quienes ya acabaron con el bosque del lado de Puebla, son los que se enfrentaron con los de la AFI, los que causan siempre problemas y dicen que son todo el pueblo, “eso no es cierto”.

Alertó que estos talamontes ya dañaron 70 por ciento del bosque en lo alto de la montaña del lado de Buensuceso, “diario se roban nuestra madera, están acabando con el bosque”, advierte.

“Si no los paran, seguramente en menos de tres años van a acabar con lo que queda del bosque, por eso son importantes los operativos, aunque algunos digan que son lastimados”, concluye.

La devoción de honrar a los muertos es muy fuerte, hay que rezar, estar atentos a la familia, los rezos se confunden con los murmullos y los ruidos nocturnos del bosque.

En este año el pedimento de los vivos a los muertos es que paren los temblores, la violencia y que en este año de elecciones la gente ya no crea en promesas de quienes desde hace muchos años solo llegan para engañarlos.

Vienen a Buensuceso a  y prometerles un cambio que no ha llegado, no se sabe si para bien o para mal, pero este pueblo de madera, guarda y esconde celosamente sus costumbres y tradiciones, como las de esta temporada de Todos Santos y que solo así conserva su autenticidad y pureza.

 

 

 

 

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