EL HOMBRE JAGUAR REINA EN CACAXTLA

EL HOMBRE JAGUAR REINA EN CACAXTLA

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Pedro Morales

Investigaciones especiales (I)

JULIO DE 2018

En el Gran basamento de la zona arqueológica de Cacaxtla, en sus pinturas murales prehispánicas. destaca preponderantemente la presencia del jaguar, incluso formaba parte de la vestimenta de sacerdotes y dignatarios quienes le rendían culto.

Estaba asociado con la tierra por su color amarillo, sus manchas negras  recuerdan la llegada de la noche cada día, imponente y majestuosa la imagen del jaguar se conjuga con el hombre.

En los murales de Cacaxtla, el jaguar está asociado con la tierra, seca árida, como la de nuestros cerros erosionados, ellos, los antiguos tlaxcaltecas eran profundos observadores de la naturaleza.

En el Mural de la Batalla, personajes ataviados con piel de jaguar y otros adornos, sacrifican masivamente a personajes ataviados como aves, el sacrificio fue brutal a muerte.

Este mural de 25 metros cuadrados de superficie y 22 metros de largo, es el más extenso del México antiguo y fue descubierto hace 43 años por habitantes de San Miguel del Milagro.

Gracias a esta herencia pictórica, podemos comprender la importancia del jaguar, que se mimetizaba con la rana que significa la tierra, en pieles, tocados, supliendo extremidades.

Su más impresionante representación está en el pórtico, donde rivaliza con el personaje ave, posiblemente el Hombre-Jaguar que es la deidad de los sembradores que dependen del temporal.

Contiene tres pórticos que resguardan los murales que le han dado fama mundial, destacando al norte el Mural de la Batalla, que representa el combate y victoria de los antiguos Cacaxtlis,

Representados por los ricamente ataviados y armados Guerreros Jaguar sobre los Guerreros Ave o Águila, de origen maya, que están desnudos y sin armas, en posición de sumisión.

Dejando atrás esta obra de arte de la cultura de Cacaxtla, se encuentra un cuarto que alberga otra maravilla pictórica, el Mural del Hombre Jaguar, personaje con piel felina.

Con un atado de lanzas del que brotan gotas de agua que caen sobre una cabeza de serpiente con piel de jaguar, rodeados de motivos acuáticos zoomorfos sobre un fondo rojo.

Un sacerdote ataviado con piel de jaguar, se observa ricamente vestido, danzando con un caracol marino.

Otro personaje de vestimenta felina aún más rica y penacho de plumas, se advierte sosteniendo en una mano una serpiente de la que brotan flores amarillas.

En la otra mano abraza un recipiente con el rostro de Tláloc, del cual por supuesto, brota agua.

Los majestuosos murales hasta ahora descubiertos datan del período de 650 al 950 d C,  siendo más antiguos que los de Teotihuacán o Bonampak.

Otro tesoro del jaguar lo porta el personaje principal del Templo Rojo, que no deja lugar a dudas de la importancia de este hermoso felino mexicano.

Este comerciante o deidad representada prácticamente está cubierto por una piel de jaguar y con garras en lugar de pies.

Hermoso pero mortífero, el jaguar evoca las más intensas emociones humanas.

Es el más grande y poderoso felino de América y por más de tres mil años fue uno de los más importantes animales simbólicos de Mesoamérica.

Nicholas J. Saunders, doctor en arqueología por la Universidad de Southampton realizó un estudio profundo de lo que significaba el jaguar para las culturas prehispánicas.

La imagen del jaguar, al igual que la del ocelote y la del puma, aparece en el arte de todas las civilizaciones prehispánicas, desde los olmecas hasta los aztecas.

La fascinación que ejercieron los jaguares sobre la imaginación de los pueblos indígenas persistió en la época colonial y ha llegado hasta nuestros días.

Poseedor de características que lo hacen el más poderoso de los animales, al jaguar se le asociaba con el gobierno.

Los señores, que solían proclamar una relación mítica con el gran felino, frecuentemente utilizaban elementos propios del jaguar y en ocasiones se vestían como tales.

Fuerte y ágil, con un agudo sentido del olfato y afiladas garras, se convirtió en parangón de las virtudes masculinas, identificado con cazadores y guerreros y, por analogía, con la guerra y el sacrificio.

Asesino silencioso y furtivo, su habilidad para ver en la oscuridad lo asocian con la brujería y la magia, como alter ego de chamanes o espíritu familiar de sacerdotes y reyes.

Tal vez fue su capacidad para cazar en tierra, sobre los árboles y en el agua lo que le valió el papel mítico de «señor de los animales» y de patrono espiritual de las fuerzas de la fertilidad.

Otro rasgo igualmente importante, que los pueblos indios de México conocen bien, es que todos los animales son presa del jaguar sin que él lo sea de ninguno.

Sólo los humanos matan al jaguar, lo que podría explicar la creencia, ampliamente difundida entre los indígenas americanos, en la igualdad espiritual de ambos.

Partiendo de esa visión del mundo, cada hombre lleva en su interior un jaguar y cada jaguar podrá ser a su vez un hombre disfrazado.

Los felinos son excelentes depredadores pero, por supuesto, es la manera en que el hombre percibe sus cualidades animales la que determina cómo se le utilizan en el arte y la religión.

En la época prehispánica, la unión simbólica de rasgos animales y humanos para crear criaturas híbridas y fantásticas estableció una manera de combinar cualidades físicas y atributos sobrenaturales para representar a poderosos dioses.

También espíritus, gobernantes divinos o semi divinos, osados guerreros y afortunados cazadores.

La imaginería simbólica mediante la cual se representa a felinos y a otros animales emblemáticos no se limita a la mera representación artística; ésta refleja ideas y creencias fundamentales.

Se refiere a un concepto cultural de lo que se considera fuerte y valiente, peligroso y triunfante: es la representación por excelencia de fuerzas elementales que escapan del control del hombre.

EL JAGUAR ENTRE LOS OLMECAS

En México, el primer icono felino aparece entre los olmecas (1250-400 a.C.) en esculturas monumentales de piedra y en delicadas piezas de jade de sitios como San Lorenzo y El Azul, en Veracruz, y La Venta, en Tabasco.

Excepto por el énfasis de San Lorenzo en representaciones naturalistas, la imaginería felina olmeca se distingue principalmente por una representación recurrente: la de una extraña criatura, parte felina y parte humana-

Con una característica boca de labios caídos que parece gruñir.

La investigación etnográfica en sociedades indias contemporáneas de Mesoamérica y Sudamérica proporciona mitos y cuentos que nos permiten una interpretación mucho más exacta de lo que representaron estas criaturas olmecas.

Estas «criaturas imposibles» han sido bautizadas como hombres-jaguar y, para algunos estudiosos, son seres sobrenaturales producto de la unión de los gobernantes olmecas y seres-jaguares míticos.

 

Otros ejemplos, que al parecer representan niños, han sido llamados «niños-lluvia».

Algunas de las esculturas y estatuillas más pequeñas son consideradas como chamanes que se transforman en naguales felinos, captados a medio camino entre felino y hombre.

También podrá simplemente tratarse de chamanes o sacerdotes con máscaras de felinos o que asumen posturas felinas, para llevar a cabo un ritual olvidado hace mucho tiempo.

La relación simbólica entre los poderosos felinos y los gobernantes y dioses de la sociedad olmeca parece haber sido el inicio de una tradición muy persistente en México.

Se trata de antiguas concepciones derivadas de las creencias chamánicas de las sociedades cazadoras-recolectoras, en las que humanos y animales podían compartir una misma esencia espiritual y cambiar la apariencia externa a voluntad.

Puede parecernos, desde una perspectiva moderna, un mundo mágico de transformaciones y brujería, pero para los pueblos antiguos era parte de su manera de ser y de actuar.

Lo que nos importa aquí es que fueron los olmecas los primeros en traducir esas ideas a imágenes de piedra, jade, cerámica, así como en pinturas en cuevas.

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