Dos mil preguntas para López Obrador

Dos mil preguntas para López Obrador

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CDMX.-15 /09/2018

Los organizadores solicitaron 756 sillas e hicieron espacio para mil 200 asistentes, pero al final llegaron más de dos mil familiares de víctimas de la violencia con sus exigencias y preguntas escritas en pancartas, en fotos, en playeras o precargadas en la garganta listas para ser lanzadas contra Andrés Manuel López Obrador.

“Otros 500 ya no entraron” al Salón Juárez del Centro Cultural Universitario de Tlatelolco y se quedaron en un patio contiguo donde se instaló una pantalla y una carpa con sillas. En ocasiones el dolor combinado con la indignación no caben en ningún lado.

López Obrador llegó puntal -10 de la mañana- pero cuando entró al salón había una escena muy distinta a los mítines en plazas públicas a las que está acostumbrado: no había música, ni rastros de simpatía por sus frases jocosas  y mucho menos botargas con la caricaturización de su legendario “gallito”.

“Veracruz es una fosa, Tamaulipas es una fosa, Nuevo León es una fosa ¡el país es una fosa! (…) ¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, exclamaban gargantas que desgarraban sólo de escucharlas.

Los más de dos mil familiares lo recibieron de espaldas, aferrados a sus pancartas y gritando como sólo la impunidad enseña a hacerlo, con rabia. Ante el ruido, López Obrador guardó silencio, se ensimismó y miró hacia todos lados, en ningún rincón encontró una cara amable, quizás por eso prefirió voltear a ningún lado.

“¡…Ganaremos esta lucha cueste lo que cueste, ni una más ni una más, ni una asesinada más!”, persistían. Desde el fondo alguien tuvo que decir “ya llegó AMLO”, para que la multitud volteara. En un fenómeno multiplicador, la sala se veía ocupada ya no sólo por más de dos mil familiares, sino también por más de dos mil víctimas que, plasmadas en las pancartas y fotografías, parecían mirar al presidente electo.

Sergio Aguayo intentó darle orden al “Segundo Diálogo por la Paz, la Verdad y la Justicia”, pero se encontró con tierra fértil sólo para el reclamo.

“¡Ayotzinapa! (…) ¡licenciado los feminicidios! (…) ¡hay fosas clandestinas en el Estado de México! (…) ¡ayúdeme a encontrar a mi hija! (…) ¡dialogar, dialogar, vamos a dialogar!”, llovían exigencias de todos lados. López Obrador se sentó en la silla al centro del templete, entrelazó los dedos.

Los familiares de las víctimas llegaron de prácticamente todos los estados del país, el político tabasqueño haría un recorrido por el territorio nacional pero esta vez a través de las historias de horror que le contaban madres, padres, hermanos e hijos de personas asesinadas o desaparecidas. Ninguna historia menos aterradora que la otra.

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